El otro día tuve acceso a una
carta publicada en pallarsdigital.cat, que firmaba una "filla indignada" y en la que ponía de manifiesto los malos tratos de todo tipo sufridos por su padre durante su estancia en la residencia geriátrica Fundació Fiella de Tremp. La verdad es que tuve que leer la carta más de una vez ya que no daba crédito a lo que allí se exponía y que considero de una gravedad máxima. Nada más lejos de mi intención que entrar en polémica con esta "filla indignada" puesto que esto no sería más que un combate dialéctico entre dos opiniones diametralmente opuestas. Por tanto no pienso entrar al trapo en una dialéctica más o menos hiriente para defender argumentos.
No obstante y usando la misma libertad de opinión que la expresada en la mencionada carta deseo hacer constar que los padres de mi esposa, una vez jubilados y tras haber pasado unos pocos años en Lleida, decidieron acabar sus días en el pueblo en el que durante tantos años habían vivido y solicitaron su ingreso en la mencionada Fundación. De eso ya hace más de 20 años. Desgraciadamente uno de ellos nos dejó, por lo que mi suegra esta ahora sola en la mencionada Fundación Fiella desde hace ya largo tiempo. Y es justamente y basándome en lo prolongado del tiempo, en lo que me apoyo para asegurar todo lo contrario y me apoyaré en datos concretos que a mi juicio solo son una pequeña muestra del trabajo cotidiano que se realiza en esa Fundación.
Siempre hemos sido debidamente informados del estado de salud de la Sra. María, mi suegra en cuestión, desde una simple tos persistente, hasta situaciones en la que tuvo que ser ingresada en el hospital adyacente, su aspecto personal ha sido cuidado con esmero, sugiriéndole en ocasiones y con la máxima sutileza los cambios pertinentes. Durante las visitas periódicas se nos pone al corriente de todo aquello que atañe a su vida diaria por nimio que parezca (señal inequívoca de que hay personas pendientes de ella). El trato familiar y cariñoso con que se comunican con ella sin que en ningún momento el personal de la casa denote para nada trato vejatorio o indiferente y vaya para muestra un botón. Durante los sencillos pero entrañables actos de la celebración de su centenario las muestras de cariño hacia ella fueron innumerables, y créanme, eso no se finge porque en estas ocasiones y como vulgarmente se dice, se les vería el plumero, y con no haber aparecido por allí lo tenían más que arreglado y se hubiesen ahorrado el paripé.
Es indudable que "filla indignada" tiene sus argumento, pero apoyándome en los mismos principios, expongo los míos, no pretendiendo acusar a nadie, más bien mostrar mi agradecimiento a esa entidad, que un día tras otro se cuida de la abuela con abnegación, profesionalidad y cariño.
José A. López Ferre
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